domingo, 29 de julio de 2012

Sonríe! Llénate de Aliento! La vida es Buena!


Estamos necesitados de aliento. ¡Todos lo necesitamos!

Pero.. ¿De donde viene el aliento?...¿El verdadero aliento?

Definitivamente no podemos aferrarnos a las  circunstancias o a las personas, a los buenos  o malos días, a nuestras emociones, porque indudablemente terminaremos decepcionados. De un momento otro el buen ánimo y el aliento que teníamos una vez llegan las dificultades: ¡puff, se esfuman!, como por arte de magia. 

Todo esto es más real cuando enfrentamos la cronicidad de la enfermedad de un ser amado, sobre todo de un hijo; los días transcurren solo para soñar con que el día termine y esperar que tal vez el de mañana sea mejor...soñar con el momento en que reclinas la cabeza en la almohada y por fin te olvidas de todo el dolor y el sufrimiento, hasta cuando te despierta el sonido del  llanto, o la petición, y tienes entonces que arrancar nuevamente y sacar fuerzas de la nada para seguir adelante.

El aliento te llena y te asegura; el aliento debe ser nutrido día a día, dejando a un lado las expectativas del mañana, las grandes esperanzas para el futuro y no traer a la memoria lo que perdiste ayer, cuando tu hijo o hija caminaba, cuando hablaba, cuando te llamaba papi o mami.

Tienes el aquí y el ahora. Y a veces la demanda de la enfermedad te hace olvidar que todavía estás vivo, que los seres que amas todavía están vivos, que tu hijito enfermo todavía está vivo. Personalmente ahora recuerdo momentos en los que tal vez pude relajar un poco más mi vida con Lucía, con mis hijos y mi esposo, disfrutar con ellos los momentos lindos de la vida y dejar de estar tan ansiosa y angustiada.  

Temí todo el tiempo a la muerte y al sufrimiento, como si ellos no estuvieran ahí para todos, y ese temor me robó momentos maravillosos. Yo sentía que estaba, pero no estaba, que oía pero no escuchaba, que veía pero no observaba; siempre expectante, ansiando un momento que jamás llegaba para estar relajada, un momento en que  la culpa de sentirme bien o darme un tiempo, me abandonaría. 

El aliento se halla con una oración corta a Dios entregándole las cargas, creyendo en su soberanía y su sabiduría, con una llamada a un amigo o amiga, con un momento o ratito solo para ti y para consentirte, con hacer alguna cosa que te gustó hacer de niño y que no has vuelto a hacer, con un buen libro, con una película que te haga reír o soñar, con un ratito de ejercicio, con la compañía de  aquellos que te aman y a quien amas. 

Son tantas y tantas cosas, personas y circunstancias que te devuelven la fe en la vida. A veces no las buscas, te llegan porque sí, con un lindo atardecer, una buena comida, unas bellas flores, las buenas acciones, la gente que trabaja porque el bien se instaure en la tierra, una palabra de aliento, un soplo de Dios que tu sabes que no es producto de la casualidad o la  coincidencia. Tienes que aprender a reconocerlas. Tienes que ser agradecido. Otras veces debes buscarlas (la mayoría de las veces) propiciando las buenas compañías, los buenos libros, las ricas conversaciones, cuidando de ti y de los tuyos. 

Ese aliento de vida también tiene mucho que ver con encontrar el verdadero propósito y misión de nuestra vida. Cuando lo que hacemos y decimos es la expresión de nuestro amor, de nuestra pasión, no importa cuantos embates  vengan del entorno. Es ahí cuando pasas del dolor tuyo, a ocuparte del dolor de otros. El aliento viene cuando recibes una sonrisa de agradecimiento y sabes que la mayor necesidad del mundo se ha juntado con la mayor alegría tuya.

¡Sonríe!, ¡Llénate de aliento! ¡La vida es buena!

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